Marruecos de la mano de Alberto Mrteh…
No es casualidad que comencemos nuestro recorrido por Marruecos por esta pequeña localidad situada en la costa del Atlántico. Al haber tenido numerosa presencia española y portuguesa, el contraste para el viajero occidental será menor y por momentos creerás que te encuentras en algún pueblo pesquero del Mediterráneo. Caminarás por su paseo marítimo, reposarás en el parque y probarás la fritura de pescado, pero no podrás decir que de verdad has estado en Assilah hasta que no hayas deambulado por las calles de su medina.

Imagen: Derechos Autorales de Alberto Mrteh
La ciudad antigua se encuentra amurallada y se accede por alguna de sus numerosas puertas. Mi favorita es la de la playa porque ascendemos por una rampa que permite descubrir su interior poco a poco, como si de un tesoro se tratara. Vislumbrarás las primeras casas de paredes encaladas rematadas con azules detalles y te relajará el ánimo de inmediato. Camina tranquilo por sus estrechas calles, valora la belleza de las ventanas con sus coloridos enrejados metálicos o sus verdes maderos que te separan de las miradas curiosas. Disfruta de los rincones adornados con floridas plantas, de las hermosas fuentes que aparecen cuando menos te lo esperas, del cementerio escondido junto a un morabito, de la serenidad que te invade al contemplar el mar desde alguno de sus miradores que invitan a callar ante el incansable océano. Piérdete en el zigzag de las calles que protegen sus bellas alhajas. La ciudad se engalana cada año durante el festival cultural, reunión de músicos y artistas que dejan su testimonio sobre las paredes de las laberínticas calles. De esta forma, cada visita se convierte en una experiencia diferente. Existen mapas que desentrañan los recovecos de la medina, pero te aconsejo que camines sin rumbo y que te dejes atrapar por su encanto buscando un lugar que creerás ser el primero en descubrir, que te pertenece.
Durante el paseo, encontrarás multitud de pequeñas tiendas en las que comprar productos locales. Te aconsejo que aproveches la simpatía de sus vendedores, que no encontrarás en otras ciudades. Coloridas babuchas, sandalias de cuero que ajustan manualmente a martillazos para que sienten como un guante, trajes hecho de suave pashmina, mesas de madera decorada a mano, alfombras bereberes, joyas que no admiten regateo, cerámica de todas las formas y tamaños, tiendas con mil y un variados artículos, embriagadores perfumes, instrumentos musicales llegados del desierto, productos de belleza preparados con apreciado aceite de argán. Y las sorpresas te asaltarán también por la calle, un calígrafo que escribe tu nombre con caracteres árabes, un pintor que muestra orgulloso sus acuarelas, un grupo de mujeres que decoran tu piel con henna, unos niños que corretean a la salida de la cercana madrasa, un vendedor de dulces y cacahuetes de los bosques del entorno, un puesto de zumo de naranja, los músicos que animan la mañana.
Son muchas novedades para el primer día, te sentirás atraído por multitud de esos estímulos, pero has de recordar que la vida sigue allí cuando tu no estés y que la mejor manera de llevarte Assilah contigo es ver el atardecer desde el mirador Krikiya y contemplar cómo las olas chocan contra las rocas del acantilado, de la misma forma que te asaltarán los recuerdos de este bello lugar más adelante. Sin darte cuenta ya te ha atrapado el encanto de Marruecos. Mrhaba.

Imagen: Derechos Autorales de Alberto Mrteh
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