Unas bocas aparecieron en el bulevar, se transportaban masticando y deglutiendo aquello que se les atorara en los dientes. Las bocas grandes engullían a las pequeñas, sus dientes se apelmazaban de tanta sangre purulenta. Entonces comenzó el tiempo de la peste dentobacteriana, y la boca se llenó de gérmenes.
La biología concluyó que en sus inicios las bocas formaban parte organizada de caras, en un tiempo en que los colmillos eran menos valiosos y existían graciosos apéndices parecidos a ramas denominados “manos”, que servían para llevar cosas a la boca. De aquellas criaturas grotescas se conservan fósiles en los ruines museos.
Las bocas fueron evolucionando hasta ser lo que son hoy en día; mostrando supremacía sobre las fauces salvajes de todas las criaturas; devoradas hasta lograr su extinción. Ahora que ya no hay nada que comer la boca enfrenta nuevos retos.
Cuentan que los primeros padres eran unas bocas dulzonas que merodeaban la ciudad pegando gritos lastimeros de profundo desamor como las inyecciones. Nada más inversosímil que eso.
Cuento basado en la pintura “La ciudad es ella” de Norma Ascencio.
Temple y óleo sobre tela
México
NORMA ASCENCIO
Nací en el D.F., soy artista plástica con estudios formales de licenciatura y maestría en Diseño gráfico por la Universidad Intercontinental, en Artes plásticas me he formado en talleres independientes, teniendo como mentor de cabecera al Maestro José Barbosa. Cuento con más de 50 exposiciones colectivas de pintura, en México y el extranjero, y 11 individuales. En los últimos años he impartido talleres de arte, yoga y meditación para niños y arteterapia. Actualmente estoy trabajando en la serie de dibujo “coffee break”, en el que ahondo en el autorretrato y la autoconciencia.