Voy a decirte por qué estoy aquí. Yo no lo entendía. Juro que no. A veces las cosas pasan y todo parece un sueño. Tan irreal, tan increíble. Todo comenzó con un dibujo. El dibujo de una chica. Ella era de porcelana, era linda, frágil, quizá, y bella. Su rostro se enrojecía cuando me miraba. Me enamoré de ella y ella se enamoró de mí. Todo comenzó con un dibujo. El dibujo de Clarisa, mi novia. Hice un boceto de su rostro. En ese entonces yo era músico. Clarisa escuchaba mis canciones. Conseguí un trabajo y las tardes eran música. Clarisa me amaba. Iría conmigo hasta el fin del mundo, como en mis canciones favoritas. Y le pedí que viniera conmigo. Le pedí que viniera a vivir conmigo. Iba a rentar un cuarto, justo en el centro del mundo. En mitad de todas partes, en una colonia proletaria y absurda. Absurda, pero ahí estaba Clarisa, sus ojos verdes y sus labios violetas, conmigo.
Pasaron los días, ajustados del cinturón y adelgazando, por tanto hacer el amor. Y las noches tendidos a la cama con el viento silbando en las ventanas, y las canciones y la guitarra, que iluminaban los apagones cuando nos cortaban la electricidad. Y qué importaban las carencias cuando se es feliz. Y qué importaba que Clarisa tuviera frío, yo siempre podía protegerla, con mis brazos cálidos al rededor de su cintura. Pero mis padres me dijeron que una vez que me fuera de casa ya no podría volver. Odiaban a Clarisa. Pensaban que ella me había cambiado y que me había extraviado. Y que ella era una bruja. Una bruja adorable. Una bruja dulce, de piel de porcelana, tan frágil, tan blanca.
Y bebía del amor en su piel.
Y bebía, amor, de su piel.
Y bebía de su amor la piel.
Y del beber la piel amaba.
Y todo comenzó con un dibujo. Un dibujo que hice cuando ella se mudó conmigo. Al cuarto pequeño y ridículo en el centro del mundo. El dibujo de un labio rasgado por el dolor de una muela o una mala mordida. Le sacaron la muela a Clarisa. La muela de porcelana. Y con los días el dolor cedió y la molestia se volvió poca cosa.
Ella me decía que regresara a estudiar. Creía que yo debía hacerlo. Y en esos días me decía muchas cosas y una extraña angustia se sumergió en sus ojos. Las líneas de sus cejas cambiaban y de ellas caía una gota de helado sudor.
Una noche Clarisa temblaba y como un pájaro asustado. Extendí mi mano sobre sus plumas. Y ella no voló. No escapó. Y debió haberlo hecho. Debió haberlo hecho. O quizá debí haberla echado. Debí haberlo hecho. Debí haberla devuelto a sus padres.
Todo terminó con un dibujo, el dibujo de un cuerpo tendido en la cama. Clarisa me lo había ocultado todo durante mucho tiempo. Había tenido fiebre. Pero se iba. Y el dolor en el vientre. Sangraba por la nariz. Y luego la sangre se iba. Cuando la enfermedad se iba el temor a la muerte era ahuyentado. Pero Clarisa tenía más miedo de separarse de mí que de escupir sangre.
Un día su piel era roja y sudaba sangre y día más tarde estaba limpia y transparente. Entre alucinaciones me susurraba amor y me pedía tiempo para sanarme con sus caricias. En ocasiones la fiebre la hacía convulsionar y al otro estaba helada. Se le caía el cabello para después comenzar a crecer. Surgió un ardor en la piel y llagas. Un ardor en la orina. Las llagas se fueron. Luego vinieron otros sin síntomas. Cada uno despistaba aun más. Mis padres no me ayudaron a pagar el Doctor. Querían que ella muriera. Y eso pasó dos meses más tarde. Por una fiebre inexplicable. Era un virus, que se entrometió en su corazón y la mató. Un virus dormido que vagaba por su cuerpo hasta que se alojó en su corazón.
Lo perdí todo. Abandoné la guitarra. Todos eran bocetos. Por mucho tiempo me pregunté cómo pasó y por qué parecía todo un sueño. Por qué Clarisa murió, por qué enfermó. Quería saberlo. Y por eso estoy aquí, en la facultad de medicina. Por eso estoy aquí. Trabajando en algo de anatomía para la clase. Son sólo bocetos, nunca terminé ningún dibujo.
Cuento basado en la ilustración “Sin título” de Neko Katz.
Acuarela y lápiz.
México.
Neko Katz
Neko Katz es una ilustradora y diseñadora mexicana freelance. Estudió en Facultad de artes y diseño de la UNAM, ha echo varias exposiciones colectivas al lado de otros artistas. Su especialidad es el uso de la acuarela en delicadas y expresivas ilustraciones que plasman las emociones humanas a través de cuerpos femeninos. Cada uno de sus elementos conforman un sutil poema de colores tenues junto con el uso de naturaleza muerta como parte del discurso visual de su obra. En su obra siempre estarán presentes las flores, nuestra estrecha relación con la muerte y lo etéreo de la vida, siendo este como una catarsis de las experiencias de nuestro día a día.