Para nuestra segunda parada después de la bella Assilah, he escogido Fes, pura esencia marroquí. Propongo un recorrido por sus ancianas calles que une dos de los puntos de su mítica medina: Bab Boujloud y las curtidurías de Chouwara. Su trazado medieval, que ha permanecido en lo fundamental invariable durante más de mil años, es un verdadero laberinto repleto de estímulos para los cinco sentidos. Dadme fuerte la mano para que nadie se extravíe del grupo.
La caminata comienza en esta espectacular puerta azul y verde llamada Bab Boujloud. Al admirarla y hacernos fotos, atraemos irremediablemente a multitud de guías, oficiales o no, y chavalillos empeñados en acompañarnos. Es el momento de mostrar firmeza para evitar que se nos peguen, salvo que de verdad queramos sus servicios. La calle se bifurca aquí mismo y debemos escoger entre la cuesta grande o la pequeña. Opto por girar a la izquierda hacia la Talaa Kebira para recorrer una extensa y estrecha calle atestada de infinidad de puestos callejeros, donde descubrir desde especias y perfumes hasta alfombras y chilabas. Las tiendas permanecen abiertas todo el día y aprovechan cada rincón de sus minúsculos habitáculos para llenarlo de coloridos productos que llaman irremediablemente nuestra atención. Los vendedores son expertos en sonreír y abrirnos los brazos para que entremos a curiosear. Los precios normalmente no están expuestos y la venta se remata con un largo regateo de la cantidad a pagar. Pasear y comprar en la medina puede ser divertido o angustioso, en función de nuestro estado de ánimo, así que es recomendable cargar con altas dosis de paciencia.

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Las bulliciosas calles nos tentarán a menudo y seguramente os adentraréis en multitud de estos establecimientos. Pero es probable que en algún momento os sintáis agobiados por la insistencia de los vendedores o simplemente estéis cansados. En tal caso, recomiendo hacer una parada en alguna de las escuelas coránicas (madrasa), como la de Bounania, y observar su delicado trabajo de la madera, subir a la terraza de algún café para disfrutar de las vistas tomando un té o sentarse en algún rincón tranquilo como el zoco de la henna. Este descanso en necesario para que cuerpo y mente recuperen fuerzas. Al volver a las callejuelas, admirad el caótico flujo de personas y tened cuidado de no ser arrollados por ninguno de los numerosos burros, principal forma de transporte en este medieval laberinto.
En el centro de la medina se encuentran la mezquita de Karaouine y el santuario de Moulay Idriss II. Lamentablemente no podréis admirar su belleza salvo que seáis musulmanes. La adyacente universidad es la más antigua del mundo. Hay que rodearla y callejear hasta llegar a las curtidurías de Chouwara. Punto más emblemático de la ciudad dónde se tratan y tiñen la piel con fétidos excrementos de paloma. Un espectáculo en sí mismo para la vista y el olfato. Coged unas hojas de hierbabuena para soportar el intenso olor. Y ahora propongo que regreséis solos a vuestro riad. No intentéis seguir ningún mapa, ya que perderse es el principal encanto que tiene la medina. Dejaos llevar por el instinto y por lo que os indiquen vuestros sentidos. Explorad al azar. Podréis aprovechar para comprar regalos, os recomiendo que admiréis los tradicionales productos de artesanía, como las prendas de cuero, las lámparas de cobre y la emblemática cerámica de Fes.
Si el bullicio de la medina os resulta demasiado intenso, probad alguna de están opciones alternativas extramuros: un paseo por la antigua judería (Mellah), un descanso en los relajantes jardines de Jnane Sbil o una caminata hasta el Borj Nord y allí disfrutad de la mejor vista de la ciudad. Los residentes en Fes suelen ir allí al atardecer, pero la experiencia es más intensa al alba. No os la perdáis.
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