Creemos ver las cosas como son, pero en realidad lo que llega a nuestro cerebro es una enorme cantidad de impulsos originados por nuestras percepciones sensoriales. Lo que hacemos, además de seleccionarlas privilegiando algunas e impidiendo el acceso a la conciencia de otras, es estructurarlas. Esta estructuración caracteriza nuestra concepción no sólo de las cosas, sino también de los fenómenos que se presentan a nuestro alrededor.
La mayor parte de las veces tenemos percepciones puras, libres de teoría. Percibimos guiados por nuestra mentalidad y experiencia, y no solemos tener en cuenta que nuestra manera de ver las cosas es solo una entre muchas posibles. Sin embargo, nuestra estructuración perceptiva es arbitraria pero casi siempre limitada y auto condicionada. No obstante, en el momento en el que estamos en el trance de innovar, debemos proceder a “desestructurar” para poder estructurar de otra manera. Tomar conocimientos existentes, e interpretarlos (reestructurarlos) de una forma nueva, es la clave de toda creación o invención.
Todos somos en principio creativos, pero esa cualidad en gran medida va siendo inhibida en un medio hipercrítico. De no ser por los procesos creativos de millones de personas a través de la historia, probablemente seguiríamos en la era de piedra comiendo raíces. Lo que no es fruto de la naturaleza es producto de la acción transformadora del hombre. Adicionalmente, vivimos en una época de cambios múltiples y acelerados, lo que funcionó bien en la generación de nuestros padres suele funcionar mal en la nuestra.
Por todo lo anterior, establecer la importancia del tema de la creatividad, conocer el porqué de la creatividad humana, distinguir las etapas del proceso creativo, y sobre todo reflexionar sobre la idea de que la creatividad es un recurso de la inteligencia inherente a cada ser humano, que además es susceptible de ser desarrollada.