La más inocente planta puede resultar carnívora, y todo aquello que parece celestial llega a convertirse en una pesadilla. Así sucede con los sueños de Nick (Josh Hutcherson), un surfista canadiense que cree que ha encontrado el paraíso cuando llega, junto a su hermano, a una tranquila playa colombiana. Ahí conoce a María (Claudia Traisac), una hermosa chica local. Ambos se enamoran, y todo parece ir muy bien hasta que María le presenta a su tío, nada menos que el más poderoso narcotraficante de su tiempo: Pablo Escobar Gaviria, apodado “el patrón”.
El eje de la historia sirve como pretexto para abordar una de las personalidades más complejas e interesantes de Latinoamérica, pues el jefe delCartel de Medellín transitaba entre la bondad y la barbarie, entre el amor de los suyos y el temor de un país. Los contrastes de Escobar son evidentes: es capaz de empuñar una letal escuadra cuarenta y cinco, mientras lee a sus hijos la tierna historia de El libro de la selva, sintiéndose él mismo un Mowgli que debe escapar de sus amigos salvajes para dejar atrás su pasado.
Andrea di Stefano, realizador italiano, nos retrata en esta ópera prima a un enigmático personaje, magistralmente interpretado por Benicio del Toro, quien, con una actuación sutil y gran economía de gestos, consigue ahondar en los claroscuros de un hombre que logró conmover los cimientos de la sociedad colombiana.
Aunque la cinta podría caer en la trillada advertencia hacia los peligros del mundo de la droga, Di Stefano (también guionista del film), da un giro magnífico al enfocarlo a una auténtica historia de “amor verdadero”. Por otra parte, deja bien claro que al ingresar a ese mundo, es poca la responsabilidad de Dios acerca de nuestros actos. Como le hace saber Escobar a Nick: ¿Gracias a Dios? Dios no tuvo nada que ver con esto. Tan culpable eres tú como yo.