Estamos tan acostumbrados a nadar con la corriente, que pocas veces nos permitimos flotar con pecho arriba, nos aferramos a creer cualquier idea, pensamiento o acción que nos permita seguir nadando, en el camino nos vamos contaminando de miles de ideas, ideologías, pensamientos, costumbre, miedos, apegos, prejuicios perdiendo la capacidad más importante… «La conexión con nosotros mismos» Independiente mente de que religión, cultura, País pertenezcas, lo único inegable e indiscutible es que todos, absolutamente todos tenemos cuerpo, mente y alma, nos guste o no, la única realidad es que estamos encarnados como humanos, llámese Dios, omnipotencia, Universo, ser supremo, la creencia de un paraíso o un mundo o dimensión exterior u ajeno a nosotros existe, lo que nos da sentido a nuestras acciones, a un poder más grande que nosotros y es ahí cuando los parásitos mentales nos abruman y nos invaden con kilómetros de suposiciones y toneladas de teorías, miedos innecesarios, porque nos sentimos ajenos, más fácil sería pensar ser parte integral de éste Universo como un alma que pertenece a un todo y que el fin último es ser parte de ese todo, de manera humana u álmica, entonces dejaríamos de ser simples humanos terrestres para ser extraterrestres viviendo una vida terrestre. Dejaríamos a un lado la igualdad para para encontrar lo no igual, lo único, la riqueza de las diferencias, la fuerza de las distintas razas cósmicas y sus diferentes funciones, Dejaríamos de ser humanos buscando reconocer ilógicamente la igualdad, para reconocer lógicamente la desigualdad. Dejaríamos de imponer amar a los homosexuales, a los heterosexuales, a los gordos y a los flacos, a los ricos y a los pobres…. Dejaríamos de temer decir Sirvienta o albañil porque no dejaríamos de reconocer que Sirvienta es aquella persona que sirve y que no es la señora de la casa, y que no es malo servir, que cada quien es una pieza importante de ésta matrix. Reconocer precisamente eso nos evita la necesidad de mostrar esas diferencias queriendo absurdamente de mostrar lo contrario.
Cada día se nos abre una serie de conocimientos todos tan reales como nuestra propia realidad, todos tan ciertos como queramos que sean ciertos, viviendo en la incongruencia tan necesaria y tan lastimosa. En una dimensión donde nos jaqueamos de exigir amor, actuar con amor y tan lejos e incapaces de sentirlo, donde nos jaqueamos que cada quien construye su propia realidad justificando nuestro egoísmo dejando al prójimo ahogarse en lo que solo construyó, una metafísica egoísta, perversa y dura tan grande como nuestra incapacidad de construir nuestro propio criterio. Esos parásitos mentales que nos hacen olvidar que somos eslabones de oro, rompiendo la cadena de bienestar y dignidad humana.
Paola R.